Dicen que ‘Todo-sello’ Aníbal Velásquez era el gran vendedor de discos a finales de la década de los cincuenta e inicios de los sesenta. Nadie le veía una, actuando con la libertad del que no se amarraba con contratos discográficos, todas sus canciones llevaban la impronta del éxito. Fue una gran preocupación para Antonio Fuentes, líder de la disquera de su ilustre apellido que buscaba la fórmula para desbancar el largo reinado de Aníbal.

Por ADLAI STEVENSON

Hasta que lo encontró, cuando le presentaron un jovencito acordeonista sabanero, de Paloquemao, actual Sucre, diestro en varios tipos de interpretaciones, sabanero de nacimiento y de estirpe vallenata por el lado de su padre. El introductor fue Calixto Ochoa y fue la mejor noticia para Fuentes que tuvo la osadía de mezclar porros, guarachas, paseos, fandangos, jazz en un formato de banda de vientos en donde primaba, protagonista, el acordeón de Gutiérrez, hecho que se puede corroborar, en toda su intensidad, en el tema panameño ‘Festival en Guararé’, del acordeonero Dorindo Cárdenas.

El asunto es que Los Corraleros de Majagual, tal como fue bautizada la agrupación y que contaba con una pléyade inigualable de expertos tales como  Lisandro Meza, Chico Cervantes, Nacho Paredes, Eliseo Herrera; entre otros, fue contratada para unos toques en Panamá por la Cervecería Balboa, a raíz de que habían impuesto en ese país el tema ranchero ‘Un amor viejo no se olvida’. Allí conocieron la versión de Cárdenas y de una la trajeron a Colombia, aunque en Fuentes tuvieron reparos con el tema.

En fin, fue un éxito total que todavía se baila y marcó toda la época de Gutiérrez con los Corraleros hasta que este, buscando nuevos horizontes, firma con la empresa rival antioqueña Codiscos, en donde descarta de salida los vientos y se concentra en el acordeón, su voz y la introducción de un bajo eléctrico, sugerencia del productor artístico de esa empresa, Humberto Moreno, que le dice  al bajista que siga la línea melódica que manejaban las baladas románticas.

Rescata Gutiérrez para estas grabaciones el concepto de ‘Amor Viejo’, una especie de bolero ranchero, promoviendo además el concepto de pasebol –paseo con boleros- implementado por Chelito Velásquez, hermano de Aníbal, promotor también del uso de la placa radiográfica como parche de la caja, cuando graba el tema ‘Ingratitud’, en el sello Sonolux –otra empresa de Medellín- y rotula el aire como pasebol.

El mentado aire, una especie de aproximación en sus orígenes al después propuesto vallenato lírico, arrasó en los gustos de los consumidores por varias circunstancias que bien valen la explicación. En algunos pases del acordeón, Gutiérrez introduce tumbaos soneros de piano, cortes y solos para que las parejas se desplazaran en forma instrumental. Grita, gesticula, hace falsetes, sonidos guturales y es todo un show en tarima presagiando algunas de las superestrellas vallenatas de hoy.

Sin embargo, este artista cross over, sin ningún problema estilístico –al igual que Aníbal- para meterse en cualquier género logró una hazaña insuperable: coronarse tres veces Rey de la Leyenda Vallenata en los años de 1974, 1978 y 1986 no sin reticencias y discrepancias. En los carnavales de Barranquilla, ciudad en donde reside hace varios años, logró meter temas como ‘Huelele huelela’, una especie de chandé lento, cortado y con una muestra del dominio de los bajos en el acordeón.

Gutiérrez es uno de los grandes protagonistas de las innovaciones musicales, de acoplar productos híbridos y de promover la figura de estrella desde los linderos de la música tropical en Colombia durante los últimos 30 años del siglo XX. 

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