Por Milton Salcedo

Como músico nacido a poco menos de dos horas de la gran metrópolis Puerta de Oro, Barranquilla, quiero expresar que siento orgullo de haberme involucrado en su cultura por medio de invitaciones de grandes artistas en los últimos 30 años.

Mis agradecimientos para el maestro Juventino Ojito Palma por las invitaciones a Son Mocaná, al Checo por la ejecución de piano en “La Llorona Loca” junto a Piña, a Chelito De Castro por invitarme a co-arreglar y co-producir su álbum “Puede Ser” y por invitarme a arreglar y co-producir la versión “Chantaje” de Shakira/Maluma, al maestro Alberto Barros por invitarme a sus producciones de “Los Titanes”, “Imaginación” de Niche y cada Tributo que produce.

Gracias también a tres forasteros muy queridos y adoptados por Quilla, el maestro Juan Piña de San Marcos, por permitirme grabar su versión de “Colombia Tierra Querida”, a la mejor voz que parió Colombia, el Sr. Juan Carlos Coronel de Cartagena, por permitirme arreglar y producir su clásica versión de “Lamento Náufrago”, su homenaje al principe José José, por ser el pianista de “Abrazando mi Cultura” y su “Homenaje a Lucho Bermúdez” hoy día presente en una película de Walt Disney, y muy pero muy especialmente gracias al forastero que se quedó y murió “por” Barranquilla, Joe Arroyo por dejarnos abierta la conexión del Caribe colombiano con la esencia del tambor y canto africano, por inspirarnos a cada merecido homenaje y por suavizar con sus actos aquel famoso verso del Mosarato que dice: “Yo soy muy barranquillero y no puedo permití que aquí venga un forastero a echarme vainas a mí…”

Aprendí que un forastero debe limitarse a observar, aprender, valorar, aportar y en esa dirección pude ver que hoy todavía existe una discusión en el barrio y no es la diferencia entre Charanga y Pachanga sino entre Garabato y Chandé que al final es lo mismo.
Aprendí que el garabato es un palo con gancho, un palo que usa la muerte en la danza de garabato para palotear el piso mientras va danzando sobre los tambores del ritmo africano Chandé.

Aprendí que el maestro Antonio María Peñaloza genialmente inspiró su más importante obra para la “danza de garabato” y el resto es historia. Aprendí además que obras como “Las Cuatro Fiestas” del maestro Adolfo Echeverría y “Amanecí Llorando” del Sr. Char grabada por Juan Piña recibieron correctamente la calificación de ritmo Chandé, pero jamás erróneamente de ritmo garabato.
Aprendí que el golpe de garabato nada tiene que ver con músicos sino con bailarines.

Como extranjero y muy desde afuera, naturalizado y radicado en USA, logré tener una visión más amplia del estancamiento musical en el terreno Caribe que me corresponde. Desde aquí sigo haciendo mis humildes aportes a las invitaciones que sigo recibiendo de los maestros Ojito y Barros.
Mientras trabajaba en producciones para artistas internacionales al lado de Kike Santander, logré aprender en medio de comparaciones que de donde yo venía realmente algo andaba muy mal. No eran comparaciones auditivas o noticias de farándula, yo mismo estaba involucrado haciendo arreglos y produciendo en formato pop para artistas charros mexicanos que avanzaban a pasos de potrillo, para argentinos que pintaban la vida de color esperanza, también para españoles animados a llevar la bulería a las nuevas generaciones, al mismo tiempo veía a un paisano sacándole brillo al vallenato no con ánimo de reemplazar el tradicional sino para llevarlo de paseo por el mundo entero con nuevo look. Muy bien por la evolución vallenata y gracias al creativo paisano de Santa Marta el vallenato salió de su antigua zona de confort.

Dentro de Quisqueya, aprendí una de mis mejores lecciones mientras producía el merengue Azul para Cristian Castro.
Me quedó claro que el merengue dominicano, uno entre muchos géneros exitosos, cumplió un proceso evolutivo comercial y los que estábamos atentos y tomando nota, fuimos testigos desde la exposición tradicional de Ángel Viloria en la década de los 50s con acordeón, saxofón, güira y tambora hasta los días actuales de Juan Luis Guerra. Fue tanto el éxito que alcanzó a vestirse de pop, de urbano, de pa kun pá y de tigre hasta que se desgastó comercialmente en lo más alto de la cima, pero al dominicano le queda la medalla de la época de oro y no solo un rey del carnaval sino también un rey del merengue. En equipo lograron sacar el merengue de la zona de confort del carnaval y se les aplaude que vivieron humildemente un proceso evolutivo en sus sonoridades y líricas hasta llevarlo a la modernización y globalización.

¿Y los del Caribe colombiano qué? En el intento nos hemos estado equivocando por décadas investigando y grabando música con swing y sabor prestado.

Que le ofrecemos a los invitados? Lo mismo que ellos hacen pero mal cocinado? Que pena, no tuvimos tiempo de preparar algo sabroso, pero podemos pasar el rato hablando y echando cuentos.

Que vergüenza con ellos nuestra vergüenza por lo nuestro, porque la caneca de los trapos viejos se esconden en casa junto al pesebre y el arbolito de navidad. Gracias tío vallenato por poner la mesa, te lo pago después.

Nos aprendimos 2 patrones de salsa y ya nos creímos salseros, nos aprendimos 2 patrones de merengue y ya nos sentimos merengueros, agarramos una guitarra eléctrica y ya somos rockeros, pero durante 11 meses del año nadie es cumbiambero. Cuánto tiempo se fué sin investigar, actualizar y renovar la tradición?
Créame apreciado compañero, que desde afuera esta tienda luce mal pintá y si entran a la bodega no van a querer comprar 3 costales viejos y dos imitaciones de aceite extra fino ya expirados !!

Nosotros, los músicos costeños y los muy barranquilleros aún en 2021 no estamos mostrando interés ni mente abierta para adaptarnos a un proceso evolutivo de la sonoridad de nuestras músicas y precisamente ese es el hoyo, la puerta de oro por donde entra el forastero a echarte vainas a tí.

Aprendí además que actualmente todos los procesos creativos en la música costeña (no vallenata) están diseñados para sobrevivir una semana del año y peor aún, con la sonoridad de los años 80s.
Para conservar la tradición existen plataformas y fundaciones especializadas y lo han venido haciendo muy bien hasta el punto de encargar versiones actualizadas, pero para globalizar la tradición existen los artistas creativos como en su época lo fueron Peñaloza, Bermúdez, J.Barros, P. Salcedo (todos forasteros) entre otros, de lo contrario si el artista local permanece por decadas luchando en una batalla de flores, el karma no va a terminar y no se alcanza usted a imaginar el impacto negativo que esto deja en el cambio generacional para la globalización de nuestras músicas.

En mi humilde opinión después de todo lo aprendido, creo que este fenómeno costumbrista es el tumor enquistado que no dejó crecer al enano preso en el tiempo, un congo africano ya frustrado disfrazado de pelao que descaradamente, desesperadamente exige difusión a base de alegre, tambora y maracón sin antes darse cuenta que su cuarto de hora ya pasó, ya es tarde, no te pongas bacano que no hay baile hoy, fué ayer, ya estás gordo, viejo, cansado y barrigón, te olvidé, se acabó, chalupa, deja el bullerengue, no botes el chupo, duérmete otros 11 meses y nos vemos en el próximo carnaval que tus medallas de la época de oro otro forastero se las llevó.

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