La fama del canto creado por Juancho Polo Valencia, ‘Alicia Adorada’, se produce desde el momento en el que Alejandro Durán Díaz la interpreta durante su participación en el primer Festival de la Leyenda Vallenata en 1968.

Por Jairo Soto Hernández, Ph.D*

Cuando Juancho Polo Valencia llegó a su casa en el caserío de Flores de María, sólo quedaban el altar con su tradicional sábana blanca, la cruz hecha con cinta negra, una mesa mediana de madera, los rastros de flores marchitas y la cera derretida de las cuatro veladoras. Allí se enteró de que hacia tres días su Alicia adorada había sido sepultada. Sí, su amada, Calixta Alicia Cantillo Mendoza, se había ido de este mundo, un domingo 7 de abril de 1940, sin haber cumplido los 18 años de edad.

Cuentan los más viejos que la tranquilidad y el silencio vespertino, con motivo del duelo, se vieron interrumpidos por el sonido triste de las notas de un acordeón proveniente del cementerio. Juancho Polo, sentado sobre el promontorio de tierra donde yacían los restos de su adorada Alicia, cantaba unos versos que brotaban de su alma desgarrada, finamente bordados con el dolor de la partida. Lo que de su alma salía era un lamento, un reclamo a Dios, mezcla de impotencia, angustia y sufrimiento: “Como Dios en la tierra no tiene amigos, como no tiene amigo’ anda en el aire, tanto le ruego y le pido y siempre me manda mis males”.

Juan Manuel Polo Cervantes, conocido por todos como Juancho Polo Valencia, nació hace 100 años, a las cuatro de la mañana del miércoles 18 de septiembre de 1918, en Candelaria, corregimiento del Cerro de San Antonio, al que llaman “Caimán”, departamento del Magdalena, en el hogar formado por Juan Polo Meriño y Rosario Cervantes Berdugo. Aunque a muy temprana edad lo llevaron a vivir a “Flores de María”, donde transcurrió gran parte de su vida.

De Juancho Polo se dice que cuando estaba bueno y sano era quietecito, no hablaba con nadie, pero con unos tragos en la cabeza, era pendenciero, contestatario, polémico, terco y hasta grosero. Pero eso sí, con el acordeón al pecho, cantando y tocando no tuvo rival, era dueño de un original estilo, y un gran talento musical, que le merecieron el título de: “El respeto del Magdalena”.

Al juglar magdalenense lo conocí en el negocio de calzado que mi tío, Horacio Fernández del Águila, tenía en una de las aceras de la calle 30 de Barranquilla. Allí llegaba y se sentaba en uno de las sillas dispuestas para los clientes, lo hacía para dedicarle versos, y por qué no decirlo, dedicarle también su borrachera, a una triste morena de la vida alegre llamada Carmen. Lo recuerdo con su cara arrugada, el acordeón al hombro, y casi siempre borracho. Vestido con sus camisas de colorines, pantalones de terlenka y su sombrero echado hacia la derecha para ocultar la oreja incompleta, perdida en una de las muchas peleas callejeras que protagonizó.

Foto que se conserva de Alicia

La fama del canto creado por Juancho Polo Valencia, ‘Alicia Adorada’, se produce desde el momento cuando Alejandro Durán Díaz la interpretó durante su participación en el primer Festival de la Leyenda Vallenata en 1968. Alejo conoció de esa canción a principios de los años sesenta en una cantina del centro de Barranquilla de nombre ‘La Nube’, Alejo la cantaba en parrandas, no la había grabado. Pero, luego del Festival, la triste canción inicia el feliz camino de la inmortalidad.

Alejandro Durán.

Innegablemente, si el recuerdo mantiene la vida, el olvido es, culturalmente, la expresión concreta de la muerte, y Juancho Polo Valencia al evocar a su Alicia, en el espacio de la alegría, el canto, la diversión y la amistad, donde transcurrían la mayor parte de sus noches, lo reafirma cuando dice: ¡Ay! pobre mi Alicia, Alicia adorada / yo te recuerdo en todas mis parrandas, / ¡ay! pobre mi Alicia, Alicia querida / yo te recordaré toda la vida.

Uno de los filósofos alemanes más notables del siglo XIX, Arthur Schopenhauer, nos legó la frase “La muerte es el genio inspirador… Sin ella, difícilmente se hubiera filosofado“, Pero, la muerte también es la inspiradora de afamados cantos elegiacos como el siempre bien recordado poema de lamentación ‘Alicia Adorada’. “Allá en Flores de María, donde to’ el mundo me quiere. Yo reparo a las mujeres, y no veo Alicia la mía”.

En otras palabras, superar el dolor de una pérdida no significa que uno olvida a la persona que falleció, consiste en encontrar la forma de poder recordar al ser querido y adaptarnos a vivir sin su presencia. “Se murió mi compañera que tristeza / Alicia mi compañera que dolor / Y solamente a Valencia, / El guayabo le dejo”. Estos versos hicieron reflexionar al compositor e intérprete oriundo de Pijiño del Carmen, Duque Palomino, quien canta: “Alicia se volvió canción/ pero mi acordeón no quiso tocarla con alegría”, frase clásica sacada del tema: ‘Recuerdos de Alicia’, canción que hace Duque palomino, en contestación a la inspirada por Juancho Polo Valencia.

La mañana calurosa de aquel sábado 22 de julio de 1978, quedó por siempre en el imaginario de los habitantes de Fundación, Magdalena. Cuando Alicia, una de sus nietas trató de despertarlo para que se tomara el café tinto cerrero con el que acostumbraba a enjuagarse la boca después de una larga parranda, Juancho Polo Valencia, el ídolo de todos, no respondió esta vez al llamado, estaba inerte en la hamaca donde se había echado a dormir luego de tocar la noche anterior, en las fiestas patronales de Aracataca. Su sepelio se realizó en Fundación, aunque sus restos fueron trasladados, varios años después, a Santa Rosa de Lima, corregimiento a pocos minutos de allí. Seguramente ese día Juancho Polo se reencontró con su Adorada Alicia, su compañera, a quien él, en sus 60 años de eternas parrandas, se dedicó a recordar.

Sin dudas, la muerte es dolor inconsolable. Pero desde lo más recóndito del alma entristecida resplandece la poesía, la vida, el arte, iluminando todo a su alrededor. Eso fue lo que le ocurrió a Juancho Polo Valencia ante la muerte de su amada, su Alicia adorada, apretó el alma y convirtió su dolor en poesía, legándonos a los habitantes del Caribe un canto inmortal, pieza clave del patrimonio cultural colombiano.

*Docente e investigador Cultural

Universidad del Atlántico

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